|  

Los robots no votan ni consumen

Por Lautaro Peñaflor Zangara

Llegó a Argentina un nuevo robot humanoide que es capaz de realizar acciones complejas, como hacer fuerza, cargar elementos o girar 360 grados. La noticia es anunciada, como una feliz novedad, en el portal de noticias más leído de Argentina. Celebran su potencialidad, el precio, las características que tiene, etcétera.

Se trata, con todas las luces, de lo que en la jerga llamamos una “publinota”: un espacio con morfología de artículo que, en realidad, es una publicidad encubierta. Aunque reñido con la ética, es moneda corriente: ¿qué no es publicidad en este tiempo en el que se habla, se actúa, se generan vínculos y hasta se educa como influencers?

Lo concreto es que Unitree H1, así se llama el robot, pesa 47 kilogramos, mide 1.80 metros y fue diseñado para adaptarse a distintos entornos. Por eso, podría realizar tareas de montaje en fábricas, clasificar mercancías y también transportarlas.

No es menor que, al poder girar y contener cámaras 3D, el aparato también puede ultra-vigilar: el panóptico de Foucault ya no necesita ser una torre. Tampoco un policía. Ni siquiera una píldora. De hecho, lo celebramos como un gran logro para el desarrollo de los países.

La nota que cité, justamente, festeja que con la llegada de Unitree “Latinoamérica está entrando de lleno en una nueva era tecnológica”. También que implica “un fuerte impulso al desarrollo económico y tecnológico”.

La pregunta es la de siempre: ¿para quiénes? Es que, aunque el sentido común construido celebra estas noticias, lo concreto es que el valor del humanoide es de 167 mil dólares. No resulta plausible, a priori, que una PyME vaya a comprarlo. Mucho menos aquel amplio espectro al que ahora se le llama “emprendedor”.

De hecho, no parece que sea este el momento exacto en el que se vaya a masificar la robotización ni la automatización. Pero, como se trata de procesos que ya están ocurriendo, también este es el momento de analizar sus implicancias. Más temprano que tarde, se habrán instalado. Pensemos en la aceleración que cobró la digitalidad obligatoria a partir de la pandemia de coronavirus.

Muy sobre el final de la nota, un apartado repara en cómo afectaría esta novedad al empleo. “La automatización de tareas repetitivas y peligrosas puede mejorar significativamente las condiciones de trabajo y la seguridad de los empleados”, asegura. También afirma que “puede liberar a los trabajadores de labores monótonas, permitiéndoles enfocarse en actividades que requieren creatividad, toma de decisiones y habilidades interpersonales”.

Me permito poner en duda esta tesis, que se da por cierta sin ningún rigor. ¿Existe lugar en el mercado de trabajo para empleados y robots que hacen lo mismo? ¿O la inclusión de inteligencias artificiales está haciendo que haya menos puestos laborales para una población que crece? En tal caso, la afectación sobre el empleo es muy distinta: peores condiciones de trabajo y más desempleo.

En Argentina recientemente tuvo media sanción una reforma laboral regresiva. “Modernización” le llaman aquellos a quienes les gustan los eufemismos. Nobleza obliga, debemos advertir que estamos asistiendo a la legalización de una serie de cambios que, en los hechos, hace tiempo vienen sucediendo.

Sin embargo, debemos vincular la erosión de los derechos laborales a la que estamos asistiendo, con un devenir laboral que, por distintos motivos, hace que sea posible ofrecer peores condiciones y que las personas igual tomen esos empleos.

Estas nuevas reglas, propias del protagonismo CEOcrático en el poder, pueden leerse en la misma línea que proponen la robotización y la automatización: el robot humanoide es costoso, pero no se enferma, no pide licencia, no forma familias, no se sindicaliza ni protesta. Eso sí: los robots tampoco votan ni consumen.

Categorías