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Las venas de América Latina siguen abiertas

Lautaro Peñaflor Zangara

Siempre me resultó una suerte de confesión de parte que la meca del progreso en Argentina invoque de manera muy clara a la muerte: se llama “Vaca Muerta”. Con más de diez años de explotación, algunas presunciones están verificadas y ciertas líneas de pensamiento han generado, gracias al trabajo de investigación de muchos profesionales, datos concretos.

Primero, el por qué de nombre: el lugar fue descubierto en 1931, por Charles Edwin Weaver, doctor en geología y paleontología… estadounidense. “Descubierto” es una forma de decir, claro: allí ya vivían comunidades originarias. Según habitantes cercanos, se decía que campo adentro había un cadáver de vaca. De allí deriva su nomenclatura.

Se trata de una formación rocosa enorme, generadora de la mayor parte del gas y del petróleo que se extrae históricamente en la Cuenca de Neuquén, mediante hidrofractura. Grandes explosiones, que utilizan muchísima agua y decenas de químicos.

Hay cierto apuro en su explotación, porque los compromisos ambientales internacionales hablan de abandonar lo que se llama “minería tradicional” en las próximas décadas. Luego, se debería generar una transición hacia formas consideradas más limpias. Ya llegaremos a ese punto.

Esa premura genera que prácticamente no haya debate: Vaca Muerta debe ser explotada. Para eso, principalmente se han instalado empresas trasnacionales, con marcos regulatorios débiles. Hacen lo suyo, se llevan cuantiosas regalías en moneda extranjera y dejan aquí un sinfín de problemas sociales y ambientales, que ya hemos enunciado previamente de muchas formas.

Sin embargo, en los últimos meses se conocieron datos precisos acerca de uno de los efectos de la fractura hidráulica, o fracking: el aumento de la sismicidad a raíz de las explosiones. El Observatorio Petrolero Sur viene observando y recogiendo testimonios de vecinos de Sauzal Bonito y Añelo acerca de cómo les impacta que, en un lugar donde no había temblores, ahora los haya. Están disponibles en YouTube y recomiendo verlos.

Asimismo, el Instituto de Sismicidad Inducida, conformado por el profesor de Geografía Javier Grosso y el doctor en Ingeniería Cartográfica Guillermo Tamburini Beliveau, ha identificado y localizado 412 sismos desde 2015 hasta el 15 de mayo de este año.

“Está demostrado que la actividad petrolera puede desencadenar sismos, y esto ocurre en Argentina”, afirman. Su mapa georreferenciado ubica también la posición de los pozos de hidrocarburos cercanos, y aseguran que en todos los casos había actividad en el momento del fenómeno o la hubo antes.

La situación empeora si, a la hora de hablar del falso progreso le sumamos que paradójicamente Añelo no cuenta con red de gas. Asimismo, las condiciones de seguridad de quienes trabajan en las explotaciones son deficitarias. En 2021 se duplicaron los accidentes ambientales en Vaca Muerta. La mayoría fueron derrames de petróleo y de agua de producción, además de escapes de gas.

En septiembre del año pasado, en una refinería murieron tres trabajadores. El tema no fue noticia central en los medios hegemónicos. Hace pocos días, el 18 de mayo, un trabajador perdió un brazo en el yacimiento Aguada del Cajón, en Plottier. ¿Acaso alguien escuchó hablar al respecto?

Las venas de América Latina siguen abiertas. La extracción primarizada de nuestros recursos naturales continúa siendo la fuente de (pocos) dólares que ninguna fuerza con chances de gobernar discute, mientras se pone en riesgo el presente de las comunidades y se condena su futuro.

¿Existen diferencias entre el modelo del petróleo y el del litio o el del hidrógeno verde? Desarrollar técnicamente el tema podría llevarnos bastante tiempo pero a manera de síntesis podemos asegurar que, si se sostiene la lógica extractiva, no importa de qué recurso estemos hablando. Los beneficios no serán para las mayorías.

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