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El hechizo corporativo

Lautaro Peñaflor Zangara

Es una de las imágenes del momento: una persona que aproxima sus ojos a una esfera metálica, que parece (o es) un objeto bastante futurista. Esa persona, como tantas otras miles, acceden a “escanearse los ojos” a cambio de algo de dinero.

El procedimiento es sencillo: si uno de los puestos está en la ciudad en la que te encontrás, podés bajarte la aplicación de Worldcoin y sacar turno, o directamente ir y hacer la fila. También hay muchos grupos en Facebook que difunden los operativos. Hemos visto largas colas para acceder al mecanismo.

Una vez allí, lo que sucede dura muy poquito tiempo. Tenés que aproximarte al globo, mirarlo “con cara de sorprendido” y aparecerá una luz roja. Después de unos segundos, ya está. A quien permite que escaneen su iris, le dan un pago en criptomonedas, canjeable por dinero. Treinta y cinco mil, sesenta mil o hasta ciento veinte mil pesos pueden pagarte. ¿Qué entregás vos a cambio? Nadie lo explica con claridad.

Worldcoin es una billetera virtual que ofrece una compensación económica en criptomonedas cuando un usuario se registra por primera vez. Para evitar que haya cuentas falsas o bots, la plataforma exige un registro de datos biométricos a través del escaneo del iris del ojo. Esto es lo que sucede en los distintos puestos donde está la esfera. Sin embargo, el proyecto es más ambicioso.

Es que el iris contiene más de 250 terminaciones únicas, con las que es posible elaborar un sistema de reconocimiento, comparable con la huella digital o el reconocimiento facial, pero -se estima- más preciso, porque no hay tecnología que pueda replicarlo. Hasta el momento.

Del escaneo surge un código y a partir de ese proceso se realiza la validación de la identidad. El objetivo no es saber el nombre de la persona, sino que es única. Esto chequea el globo metálico futurista. Es decir, se genera una suerte de documento de identidad o pasaporte, pero de la era digital. Con esto podemos ver que la tecnología de escaneo de iris va más allá de la billetera virtual, y puede tener muchas aplicaciones a futuro.

Es en este sentido, que podemos afirmar que Worldcoin se está anticipando. Para que el sistema sea lo suficientemente robusto, como a toda inteligencia artificial, hay que “entrenarlo”. Esto se logra proporcionándole información, en este caso, imágenes de ojos. La billetera virtual es un incentivo para este entrenamiento: ofrece dinero a cambio de un proceso que no es invasivo, pero no sabemos si es inofensivo.

El objetivo de la compañía, entonces, es popularizar un método de identificación de personas. Cabe destacar también que el creador de Worldcoin es, además, uno de los creadores de Chat Gpt, la inteligencia artificial que irrumpió hace algunos meses y que puede imitar la capacidad humana de elaborar textos y dialogar.

Surgen, a esta altura, varias preguntas. La primera está relacionada con la dimensión ética: ¿es ético que una corporación, sin especificar de manera aprehensible sus intenciones, se haga de millones de datos de la población? ¿Es lícito que ofrezca dinero a cambio? ¿Qué lugar ocupan los estados en procesos de este tipo? ¿Importa a esta altura?

Otro de los interrogantes se relaciona con el carácter macrófago de las corporaciones: debemos pensar quiénes crearon la necesidad de validar que somos humanos, sin que basten los famosos “captcha” que nos cruzamos permanentemente en Internet para chequear que no somos robots.

En este punto corresponden las siguientes preguntas: ¿están las corporaciones digitales vendiéndonos la solución a un problema que ellas mismas crearon? ¿Podemos estar seguros de que no volverá a pasar lo mismo con este sistema de validación?

Todo esto sucede en una Argentina empobrecida, en una región muy desigual y en un sistema global que extrema la distancia entre quienes tienen mucho y quienes tienen muy poco. Es en este contexto que el hechizo corporativo sucede a cambio de 35 mil míseros pesos.

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