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Ya lo dijo Raúl Alfonsín

(Por Lautaro Peñaflor Zangara)

“En la Argentina hay hambre, pero no porque falten alimentos como en otros países sino porque sobra inmoralidad”. La frase, aunque conserve profunda actualidad, la dijo el ex presidente Raúl Alfonsín, a fines de la década de los 80. Podríamos discutir largamente acerca de la noción de “moralidad” y su conveniencia o no, pero se comprende perfectamente la intención de su expresión.

En la misma ocasión Alfonsín habló sobre la inflación, aquella que fue uno de los detonantes de la situación social en el fin de su mandato. Esto quiere decir que hace por lo menos treinta años que nuestro país, ya en democracia, lidia con los mismos problemas.

Recientemente el INDEC difundió una nueva cifra de pobreza, relacionada con el segundo semestre de 2021: 37.3% de personas bajo tal línea en Argentina. O sea 17 millones de personas que no llegan a fin de mes y que no logran alimentar a sus familias cada día.

Además, la inflación del mes pasado fue del 4,7%. “Aún con esta inflación yo no veo problemas de salario”, dijo Claudio Moroni, Ministro de Trabajo. El Ministro de Trabajo no ve ningún problema. Sobra inmoralidad, decía Alfonsín.

Es evidente, y no necesitamos ser expertos en economía para decirlo, que cada vez la olla está más vacía y que millones de personas se siguen sumando a los que se encuentran por debajo de la línea de la pobreza. La situación es realmente grave: hoy en día en nuestro país no basta con trabajar para no ser pobre. Es decir, se está rompiendo una de las piedras basales de cualquier sociedad en la que este sistema, se puede decir, funciona: trabajar es la manera de acceder a bienes y servicios, con la posibilidad de ascender en términos de clases a lo largo del tiempo.

Mientras, quince cuadras de corte en la Avenida 9 de Julio piden respuestas respecto a los planes sociales. ¿Están organizados por alguna agrupación? ¿Les toman lista, como se escucha en algún medio de comunicación? ¿Les pagan por asistir a un acampe? Que el árbol no tape el bosque: con la mitad de los menores de 17 años en el país sea pobre, pretender que no exista ninguna clase de movilización es un lujo que no podemos darnos. Tiene que existir alguna advertencia para que este gobierno, que parece perdido en un laberinto de nimiedades, atine a enderezar una agenda que históricamente dijo representar.

Realmente problemático es que a miles de personas les moleste más la visibilidad de un acampe que el silencio en el que crece la pobreza. En Argentina sobra inmoralidad.

A su vez, otro ministro (Matías Kulfas, a cargo de la cartera de Desarrollo Productivo, en este caso) admite que la inflación de marzo volverá a ser alta. ¿Cómo se determinan los precios en Argentina? ¿Qué componente de especulación tienen? ¿Qué se puede hacer para que eso deje de pasar? ¿Es meramente retórica la denuncia a la especulación que expresa el Presidente de la Nación?

La economía argentina, y particularmente la de cada hogar, sufrió años de recesión y luego los efectos de una pandemia inesperada. El año pasado, finalmente, el Producto Bruto Interno del país volvió a crecer en torno a un 10%. La “recuperación” se vociferó y se vocifera de manera permanente. ¿Qué pasó con el crecimiento? ¿A quiénes fue a parar, si la cifra de pobreza no volvió aunque sea al estado anterior, que ya implicaba una situación grave? Evidentemente, podemos ratificar la intuición que teníamos. La pandemia acentuó la desigualdad y el repunte posterior no siguió ningún criterio equitativo de redistribución.

No llegamos a los niveles de pobreza e indigencia actuales por la nada misma. Tampoco el asunto se volvió irresoluble por razones mágicas. Ya lo dijo Raúl Alfonsín: en Argentina sobra inmoralidad.

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