Por Lautaro Peñaflor Zangara
Me hice con el libro Ordenamiento Glocal en Rivera, localidad de la que es oriundo su autor: Tomás Loewy, Ingeniero Agrónomo, magíster en Sociología e investigador. Ese día también conocí el templo judío y la Asociación Israelita, espacios que nunca había visitado pese a su enorme significación histórica y cultural para nuestro distrito.
La lectura tuvo un comienzo auspicioso: una serie de referencias bibliográficas del autor denotaron que tendría cierta afinidad con su propuesta: Byung Chul-Han, Vandana Shiva, Pierre Bourdieu y Úrsula Le Guin, entre otros. Efectivamente, todas estas líneas de pensamiento estarían presentes a lo largo de sus 176 páginas, que incluyen una exquisita selección de citas textuales, pero también un análisis rico e intenso.
La tesis del texto, cuyo subtítulo da nombre a esta columna, es concreta: transitando un momento de múltiples crisis, la interacción dialéctica entre el nivel local y el nivel global puede aportarnos algunas claves acerca de cómo abordar las transformaciones que nuestro tiempo exige. Como notarán, este argumento guarda la simpleza de aquellas complejidades que han sido cuidadosamente cultivadas, cocinadas a fuego lento.
Se van desplegando una serie de líneas argumentales de manera prolija y ordenada. La lectura resulta un bálsamo, en una coyuntura que se percibe ruidosa, excesivamente veloz e hiper informada. Algo de la templanza que (imagino) tiene el autor, traspasa el libro y se impregna en la experiencia lectora.
Sabrán quienes habitúan este espacio que suelo insistir en que el colapso ambiental es presente y que la inacción de las distintas usinas de poder nos ha llevado a un tiempo de adaptación (y ya no de mitigación) por los efectos del cambio climático, que ya estamos sintiendo. De manera complementaria, y diría relacionada, estamos asistiendo a un momento de crisis democrática, con el ascenso de líderes políticos con discursos duros, furiosos, negacionistas, excluyentes y de erosión respecto al sistema.
En ocasiones, entonces, resulta complejo imaginar soluciones. Pese a ello, el esfuerzo creativo es necesario en momentos así, tan fértiles para hacernos preguntas que puedan derivar en buenas respuestas. Así lo hace Loewy en Ordenamiento Glocal, comprendiendo a la realidad como un sistema, un conjunto de piezas que puede funcionar de manera virtuosa. Así, va dando pinceladas de aquello que podría contribuir a lograr un mejor estado de cosas.
Encuentra posibles respuestas en las experiencias de producción locales, en la generación de pautas de consumo menos irracionales, en repensar la sostenibilidad de los sistemas conforme los ciclos de la naturaleza, todo esto antes que el colapso obligue a otras cosas. Aparecen conceptos interesantes como la seguridad alimentaria, el decrecimiento y la autonomía productiva.
Nuestros lugares, pequeños y con impronta rural, pueden marcar el camino en este sentido. De hecho, el autor encuentra en Colonia Lapin una experiencia virtuosa: destaca su historia, su cultura, la cercanía entre producción y consumo, entre otros aspectos.
Está presente en el texto la palabra “utopía”, no como un modelo meramente imaginario o irrealizable, sino como la posibilidad de pensar futuros posibles. Loewy aporta, además, un robusto corpus argumental que solidifica su propuesta. En un momento en el que el pensamiento mágico ofrece explicaciones que algunas personas vuelven a validar, se agradece el constructo racional del investigador.
“Debemos convertirnos en buenos antepasados y en mejores vecinos”, cita Tomás Loewy, sintetizando el mensaje de su libro, que no solamente es muy interesante sino además… un paisaje necesario.
Como mencioné inicialmente, conseguí Ordenamiento Glocal en Rivera. Ese día conocí un poco más la historia del lugar y comprendí algunas cosas sobre su cultura, a la que siempre tuve al lado, pero nunca la vi. Es exactamente ese registro, el de pasar inadvertido lo que más cerca tenemos, el que tenemos que desarmar.