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Trigo en el sudoeste bonaerense: cuando el frío no es una sensación

Se trata del invierno más terrible desde 2007 (y la estación recién empieza). Ya se aprecian los daños y, además, no llueve.

La (anticipada) ola de frío polar que se advierte en el país, especialmente en el sur, donde la ganadería está cercada por un fenómeno que se prolonga, hace mella en los cultivos en general, así como en el trigo en particular.

La aparición de esta circunstancia, imprevista más allá de tratarse de uno de los riesgos de las inversiones millonarias a cielo abierto, comienza a limitar las proyecciones en cuanto a rinde y producción de la fina en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires.

En base a los registros del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), para la Bolsa de Comercio de Rosario este mayo fue uno de los más fríos de los últimos 60 años (en realidad, desde que aquí se compilan los datos). Y para el julio que transitamos se prevé que supere los valores de 2007 y se ubique como el invierno con más bajas temperaturas desde 1984.

El consultor Reynaldo J. Arostegui, licenciado en Economía Agropecuaria, lo explica de esta manera desde Coronel Pringles, donde reside, a 132 kilómetros de Bahía Blanca: “El mes de mayo fue, en una amplia región, el más frío desde 1961. Y eso marcó una tendencia nunca vista en Coronel Pringles, al menos desde 2007, con heladas extremas y continuas con temperaturas de entre 3 y 5 grados bajo cero”.

En este contexto, las consecuencias se empiezan a apreciar en la pérdida de plántulas en diferentes lotes, más allá de la diversidad, sensibilidad y susceptibilidad de las distintas variedades implantadas afines a cada región en particular.

“Los peligros de la helada son de la germinación en emergencia, porque el frío la extiende y expone a la semilla al ataque de hongos e insectos del suelo. Desde que emerge hasta el macollaje resiste temperaturas de hasta 11 grados bajo cero; luego, en encañazón, de 4 grados y, en floración, de un grado, siempre bajo cero. Está claro de que las plantas toleran mejor una baja de temperatura de manera gradual, pero no una de forma violenta, así como la fertilización aumenta la resistencia a heladas y el potasio resulta fundamental en esa instancia”, amplía.

Amanecer en cercanías del INTA Bordenave, en el distrito de Puan / Foto: Miguel Meder – EEA del INTA Bordenave

En regiones más al norte respecto del puerto de Ingeniero White se advierten no pocos lotes sin germinar por el impacto de las heladas pero, también, por otro factor que empieza a incidir (en forma negativa): la falta de precipitaciones.

Si el invierno se adelantó, las heladas asoman firmes como nunca y, además, no llueve (se necesitan, para ayer, entre 10 y 30 milímetros), está en peligro entre el 7 y el 10 % de las 6,3 millones de hectáreas que se preveía sembrar para la campaña 2024/2025, ratificadas el viernes 10 de mayo en Mar del Plata, durante la última edición de A Todo Trigo.

Con el mismo hilo, es presumible que la cosecha baje a 20,5 millones de toneladas, bastante más que las 15,1 M/T del anterior ciclo que, en realidad, fue resultante de la sequía más importante desde 1975.

Otra imagen del distrito de Puan, / Foto: Miguel Meder – EEA del INTA Bordenave.

Arostegui añade que, cuando está emergiendo la primera hoja, la helada fuerte provoca una contracción y dilatación del suelo, lo que genera quebrados en las primeras raíces seminales. Y, si esto es seguido de un día de sol y viento, el daño es más importante, ya que se produce desbalance hídrico y marchitez.

“El otro período negativo es la floración, ya que una helada disminuye la fecundación y afecta a la producción de polen. Si dura dos o tres días seguidos, es mucho más grave porque las flores no abren al mismo tiempo, sino en forma escalonada. Los síntomas de la helada en la floración es la falta total o parcial de grano. Esto se aprecia a los 10 días de transcurrida y se produce el estrangulamiento y la necrosis de los vasos de conducción, especialmente en el último nudo, que es donde nace la espiga. Y a los 15 días se decolora y se desprende con facilidad”, explica Arostegui.

Reynaldo J. Arostegui, licenciado en Economía Agropecuaria.

¿Algo positivo? De acuerdo con la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio rosarina, en rigurosos climas de invierno las buenas campañas trigueras suelen estar caracterizados por una alta tasa de radiación y temperaturas muy bajas. “Esto se expresa en un coeficiente específico del cultivo que se denomina fototérmico. En un año en el que se ha fertilizado al trigo con altos niveles de dosis de nitrógeno y hay buenas reservas de humedad en la profundidad de los suelos, este invierno plantea un escenario de alto potencial desde ese punto de vista”, se indica.

(Por Guillermo Rueda en La Nueva.)

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