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“No tengo palabras para decir lo que es para mí Carhué hoy por hoy”, afirma el ciudadano capitalino

Fabián Strach Katz es oriundo de Capital Federal. Eligió como destino a Carhué para contarnos sus hazañas, lugar con el que siente una profunda conexión. 

“La historia con Carhué y Epecuén comenzó cuando de chiquito íbamos de vacaciones con mi familia, hasta el trágico ‘85. Con cuatro años no tengo un recuerdo muy nítido de lo vivido, pero sí recuerdo que éramos felices allá”, comienza a contarnos Fabián.

“Después de la inundación y las noticias, mi mamá siempre hablaba y recordaba los lugares de ahí: La Gallina Verde, Hola, qué tal?, Cambacita, Bender, la Estación Ferroviaria, las cámaras de camión infladas jugando en el lago al lado del terraplén y, obviamente, el complejo de piletas”, recuerda.

“Pasaron los años y todo quedó en el olvido, hasta que comencé a tener un sueño recurrente: un gran mar detrás de una pared, con unas piletas con toboganes y paraguas invertidos con luces que salían de un cubo. No le presté atención, pero se volvía recurrente y lo recordaba cada vez más nítido, hasta que por Facebook vi la noticia de que había bajado, o estaba bajando el agua en un pueblo de Buenos Aires que había quedado sumergido en el agua y en el olvido”, nos revela.

Fabián y Valeria. Junto a Pablo Novak, personalidad reconocida en todo el distrito adolfoalsinense.

“La foto que mostraban era la que tenía en los sueños: el complejo de piletas de noche. Ahí comenzó la investigación sobre el lugar y su pasado, hasta que en el 2016 junto a mi novia (y compañera de locuras), Valeria Romano, decidimos irnos de vacaciones por una semana. El hospedaje que decidimos fue el Hotel Avenida”, comparte Fabián. 

“La verdad que la primera impresión que tuve fue de aburrimiento -recuerda-, acostumbrado a otro ritmo en la Capital. Pero todo cambió cuando decidimos volver y alquilar una casa (casa verde o Eco casa) de Gastón Partarrieu. Con él compartimos largas horas charlando sobre historia: la conquista del desierto, la zanja de Alsina, entre otras tantas cosas. También nos recomendó distintas actividades para disfrutar más del lugar. Fue desde ahí que Carhué se volvió un lugar único”, resalta.

Destaca “la hospitalidad de la gente, la tranquilidad, la seguridad (acá en Capital sería imposible dejar una bicicleta en la vereda y que dure más de 5 minutos), los paisajes, los atardeceres, la playa Eco, las ruinas, cada pueblo de Adolfo Alsina que fuimos a conocer, ¡todo!. Es por ello que cada vez que podemos, aunque sea un fin de semana, nos escapamos a Carhué”.

En varias oportunidades menciona a mucha gente querida: los chicos de Full Engine, quienes lo socorrieron un día que entrando a Carhué el auto se les quedó varado, trabajo por el cual no les cobraron nada, simplemente por ser turistas; la gente del Aero Club; Bocha, “el guardavidas”, de quien se hizo amigo tras haber sido rescatado un día de mucho viento que se adentró en kayak en las aguas del lago y fue llevado “hasta la otra punta”.  

 Fabián en La Gallina Verde, en Epecuén. “Cada vez que podemos, aunque sea un fin de semana, nos escapamos a Carhué”.

Fabián también comparte, entre tantas anécdotas mencionadas, el día que recorrió cada lugar que menciona Mariano Rodríguez en su libro “Más allá de todo”, donde se relata una historia de amor que transcurre en las ruinas de Epecuén. Menciona además a Martín, de Mondo Salamone, autor del cortometraje y libro sobre la ruta de Salamone, que lo inspiró a realizar el recorrido.

“Te digo la verdad, en tan poco años hicimos tantas cosas que tengo relatos y experiencias para compartir un libro de todo lo realizado en Carhué. No tengo palabras para decir lo que es para mí ese lugar hoy por hoy”, enuncia Fabián alegre y agradecido. 

“Hoy se puede decir que tengo más amigos en Carhué que en Buenos Aires”, y agrega: “Realmente no sé qué es lo que voy a hacer mañana, pero lo que sí tengo seguro es que en algún momento voy a comprar alguna casita y podré vivir allá”, concluye. (Cambio 2000/ Nota Especial Suplemento Fin de Año)

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