Lautaro Peñaflor Zangara
Los jubilados y las jubiladas están en el centro de la atención desde hace algunas semanas. Es que las políticas del gobierno, orgullosamente ajustador, cayeron sobre ellos y generaron gran cantidad de críticas.
Con una amplísima mayoría, la oposición logró aprobar una nueva fórmula de movilidad jubilatoria: el cálculo que establece la actualización del haber. Cristina Kirchner tuvo una, Mauricio Macri la cambió, Alberto Fernández también y Javier Milei hizo lo propio. Ninguna es especialmente generosa, claro está, y ninguno de los últimos gobiernos logró quitar a la clase pasiva de su situación de vulnerabilidad. Pero los opositores consideraban que el último cambio, además, era regresivo.
Ante la aprobación, el presidente decidió usar su poder de veto: dejó sin efecto el nuevo cálculo que impactaría en unos pocos miles de pesos en cada haber jubilatorio, cuyo beneficiario ganara la mínima. Nada que los fuese a hacer millonarios, nada de casta. El veto también tuvo sus críticas, políticas y populares. Milei dijo en televisión que “en dólares voló el poder adquisitivo de los jubilados”. Hasta a Luis Majul, su amigable interlocutor, le pareció demasiado.
Según diferentes estudios, la pérdida de poder adquisitivo de los jubilados es alta: de acuerdo con la OPC (Oficina de Presupuesto del Congreso), llega al 29,2% en los primeros meses del año. Los que ganan la mínima, cedieron un 18,5% por los distintos bonos que se han entregado (que son circunstanciales y no aseguran una mejora estable).
CEPA (Centro de Economía Política Argentina), por su parte, calcula que incluso el bono quedó atrasado: para sostener su poder de compra, los $70.000 actuales deberían ser más de $120.000. Si únicamente abarcamos la caída respecto a diciembre (y no interanual), la baja es de 5,8%, conforme calcula la organización Chequeado. El haber mínimo con bono es de $304.540.
A pesar de estos datos, en el último mes la policía reprimió jubilados por lo menos dos veces. En redes sociales se difundieron imágenes de personas que claramente no pertenecen a la población llamada pasiva, pero esos casos estratégicamente elegidos para su viralización no representan la realidad. Reprimieron jubilados y, en todo caso, también a otras personas.
Estas imágenes que todos vimos, recuperan con absoluta vigencia la memoria de una figura que se transformó en un ícono de la resistencia de las políticas del menemismo, en los noventa: Norma Plá. En aquel entonces, la inestabilidad y la crisis golpeaban a diferentes sectores, y también a los jubilados. En ese momento, muchas personas no podían jubilarse por haber trabajado en la informalidad y quienes sí, recibían un haber insuficiente.
Un grupo de personas jubiladas y en condiciones de hacerlo comenzó a reunirse en el ministerio de Economía o en el Congreso para reclamar. Norma Beatriz Guimil de Plá, de 59 años por entonces, fue una de ellas. Había trabajado desde los 13, pero siempre “en negro”, por lo que sus aportes eran muy pocos. Tras la muerte de su esposo, debió sostener una familia de cuatro hijos con una prestación de miseria.
Norma sobresalió en las protestas, que tenían una consigna muy clara: cobrar 450 dólares, cuando sólo recibían 150. Encabezó acampes y ollas populares. Fue detenida en varias ocasiones. Se enfrentó al funcionariado mediático oficialista con toda la fuerza. Son populares sus intervenciones en la célebre mesa de Polémica en el Bar y junto a Mauro Viale.
Siempre buscaron deslegitimarla, pero su figura quedó inmortalizada en la cultura popular: canciones de Bersuit y de Illya Kuryaki la recuerdan. La legitimación no vendría de los medios masivos de comunicación, sino de sus pares en la lucha que la reconocían como una interlocutora válida.
Norma murió víctima del cáncer. Luchó hasta el último día y dejó un imborrable legado de la potencia necesaria para reclamar causas justas. Es en este contexto que surge válidamente la pregunta: ¿qué haría hoy Norma Plá?