Lautaro Peñaflor Zangara
La muerte de la televisión fue declarada varias veces. Que las redes sociales, que las plataformas, que los streamings… A la luz de los últimos días en Argentina, podemos sospechar que nuestra vieja amiga puede haber mutado y tendrá que encontrar su lugar en un ecosistema mediático más amplio, pero lejos está de haber perecido.
Javier Milei decidió presentar personalmente el proyecto de presupuesto 2025, una anomalía. Lo hizo en perfecto tiempo, el 15 de septiembre, pese a que ese día era domingo. Además, fue él, cuando es habitual que sea el ministro de Economía quien lo defienda. El marco excedió a la comisión de Presupuesto: habló en el recinto y decidió que su mensaje se transmitiera por cadena nacional a la 21:00.
Si a la vieja televisión del esplendor de la sociedad de masas la cadena nacional le maridaba bastante bien, lo concreto es que a la sociedad hiperinformada del siglo XXI no tanto. En el medio, hemos aprendido que apelar a tal herramienta es un símbolo bastante autoritario y no tan libertario cuando el mensaje no es de extrema urgencia. Durante la cuarentena por la pandemia de coronavirus lo vimos con mucha claridad.
Pero era otra la intención del presidente al hablar desde el Congreso por cadena nacional en día de descanso y en horario televisivo central. Buscaba impactar. La última vez que había ido al Legislativo, el 1° de marzo para la Apertura de Sesiones Ordinarias, lo había logrado. Entre la televisión abierta y la televisión paga, en esa ocasión obtuvo un rating asimilable al de un partido de la Selección Argentina, que suele ser de los eventos más vistos.
Esta vez la cosa no fue así. Apenas empezó la cadena, la televisión de aire sufrió una abrupta caída de audiencia de aproximadamente diez puntos. En el cable, donde se encuentran las principales señales de noticias, el rating subió, pero no llegó a niveles altísimos. Las transmisiones oficiales por streaming no consiguieron una gran cantidad de visualizaciones en directo. Los portales de noticias, por supuesto, se hicieron eco de esta circunstancia particular.
El discurso, además, no fue nada atractivo. Pocos detalles, lineamientos generales sobre el déficit cero, citas de Cicerón que Cicerón nunca dijo y algún momento pirotécnico con legisladores de la oposición.
Las explicaciones al respecto por parte del amplio espectro oficialista fueron de lo más llamativas: Luis Majul dijo que los argentinos tenemos estrés postraumático porque Cristina Kirchner hacía muchas cadenas nacionales. Nueve años hace que no es presidenta. El aparato de comunicación de Presidencia difundió un cálculo extrañísimo que hacía parecer que, en realidad, al presidente lo había visto muchísima gente. Lo difundió hasta la cuenta de la Televisión Pública que el presidente juró destruir. Aun así, el cálculo llega a 27 puntos: la mitad de la vez anterior.
Es cierto que, con los cambios que están operando en materia mediática, sería relevante encontrar nuevos elementos de medición fiable, pero también encontramos en esta situación una primera moraleja: si las personas desean escucharte, lo van a hacer transmitas por cadena nacional o no. Por el contrario, si no quieren hacerlo, van a apagar el dispositivo, aunque la transmisión sea obligatoria para los canales. La televisión no está muerta y los discursos del 1° de marzo y del 15 de septiembre así lo evidencian.
Hay quienes aventuran que el presidente intentó repetir las características de su virtuosa Asamblea Legislativa, buscando no desencantar a los propios y que no se acentúe la pérdida de apoyo que algunas encuestas vienen mostrando. Quizás por ese mismo motivo por estos días encabezó un acto en Parque Lezama, como hizo en plena campaña.
Sin embargo, existe una sustancial diferencia entre el Milei recién asumido, yendo por mandato constitucional al Congreso a maltratar a la casta; y el Milei que hace nueve meses es presidente, castificado al punto de festejar con un asado el veto a la fórmula favorable a los jubilados, que elige ir al “nido de ratas” y pretende obligar a escucharlo, por cadena nacional, en la noche del domingo.