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Sí, se puede

Por Lautaro Peñaflor Zangara

En reiteradas oportunidades analizamos en este espacio el modelo de comunicación política de Cambiemos y del PRO. Un estilo que se pretende cercano y para ello emplea mensajes sencillos, apelando más a significantes que a significados, con diseños visualmente muy atractivos, acudiendo al concepto del “vecino” y priorizando las redes sociales al contacto real.

Parten de la premisa de que gran parte de la población no está hiperinformada y, entonces, mensajes con características como las mencionadas pueden tener mayor penetración en ellos. Un análisis frío, más identificado con el marketing empresarial que con los procesos políticos.

El macrismo obtuvo varios triunfos electorales con esta discursiva vacua pero eficaz. Fue así hasta las PASO de agosto de este año, en las que sufrió un duro revés que lo obligó a replantear lo que el gobierno creía ya establecido como un modelo triunfador.

En ese momento surge la caravana “Sí, se puede”: una marcha itinerante cuyo objetivo fue recorrer 30 ciudades en 30 días, mostrando que ven posible revertir el resultado de la elección.

La estrategia combinó elementos de su forma característica de comunicar, con otros de la política tradicional. Desaparecieron las puestas 360°, que fueron reemplazadas por el típico escenario frente al público. Los discursos pretendieron ser más encendidos y aparecieron los cánticos, con mayor o menor éxito.

Extrañamente, esta oda al líder, las masas populares, el escenario y las concentraciones forman parte del universo “que gobernó los últimos 60 años”, a los que el oficialismo llamó “la vieja política”. Aunque pretendió desterrarla, terminó acudiendo a sus métodos pero -según ellos- “sin el chori”, al que se menciona de manera peyorativa.

Aun así, las manifestaciones populares masivas no tienen para Cambiemos el misticismo, la historia ni el contenido que sí tienen para el peronismo. A Macri se lo vio incómodo en el rol del líder y los cantos estaban pregrabados y sonaban por un parlante.

Las alocuciones del presidente y candidato fueron prácticamente calcadas en todas las paradas. Eso generó una serie de confusiones y furcios: agradeció a Corrientes estando en Chaco, recibió respuestas no esperadas de los presentes, besó el pie de una señora y realizó chistes fuera de lugar.

El tono era de arenga y el clima, festivo. Una parafernalia que contrastó con la dura realidad que atraviesa el país que ese mismo partido gobierna. En este lapso de tiempo, por ejemplo, se conocieron la cifra de pobreza y la altísima inflación de septiembre.

La disociación con la realidad no fue la única evidente: la distancia entre Mauricio Macri y María Eugenia Vidal fue notoria, incluso en los actos que compartieron. Cada uno siguió su línea y, a pesar de estar en el mismo lugar, se vieron dos campañas distintas. Sí ambos reiteraron hasta el hartazgo la palabra “escuchar”, quizás la crítica más notoria luego de las PASO, y aquella que las encuestas les recomendaron emplear. “Los escuchamos” fue dicho en discursos, spots y entrevistas.

A pesar de que la invitación es a “darla vuelta”, los discursos parecieron tendientes a fortalecer su núcleo duro de votantes. No existieron muestras de amplitud, llamados a nuevos espacios ni concesiones claras. Sólo manifestaciones específicas “a favor de las dos vidas” y vinculadas a la teoría de los dos demonios, ambas temáticas conectadas con lo propuesto por candidatos que obtuvieron magros resultados, como Juan José Gómez Centurión.

No obstante, algo del relato hasta hace algún tiempo muy eficaz, se quebró y esta estrategia -lejana respecto a la realidad- no parece haber sido la mejor para este momento político. Dados los tiempos electorales, eso se sabrá en pocos días. Y será irrefutable. (Artículo de opinión para Cambio 2000)

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